En ese momento, el foro de discusión estaba de cabeza. Los heroicos ciudadanos virtuales pensaron más de treinta mil formas de torturar a Joven Ciervo. Pero todos los planes eran inútiles, pues resultaba claro que a Dios Ciervo no le importaba.
Su corazón ya había trascendido las nimiedades.
Esa era la batalla más dura de Esqueleto hasta el momento. Aunque sus oponentes previos fueron fuertes, al menos usaba una máquina en la que se sentía cómodo. En cambio, esa vez…
—¿Puedes seguir viendo eso?
—No lo sé.
—No lo soporto. Me voy.
—Vámonos. No quiero que mi corazón sienta este tormento.
—Maldición. Es una pérdida de tiempo. De haberlo sabido antes, no habría venido.
—Rayos. Corrí hasta aquí en horario de trabajo. Si mi jefe se entera, estoy muerto.
…
—Jefe, el número de espectadores se ha reducido en más de quinientos mil —dijo el personal, claramente ansioso.