Al otro lado, Afortunado sentía lo mismo. Con esa calma y confianza, no parecía que el otro bando fuera un novato de rango platino.
En el centro del campo de batalla, Esqueleto y Príncipe ya habían comenzado a intercambiar golpes. Era fácil apreciar las batallas de otros, pero no saber cómo se desarrollarían las propias.
Príncipe era conocido en el circuito profesional. Sus movimientos no eran elegantes, pero sí prácticos. Siempre lograban atacar los puntos débiles del oponente en el momento crucial. No necesitaba movimientos elegantes, pues eran un desperdicio de energía.
Pero frente a ese Dios de la Guerra No. 1, el Emperador de la Guerra no logró ganar ventaja. Comparado con Martillo y Afortunado, que tenían ventaja sobre sus oponentes, el Príncipe estaba en desventaja.
Con cada paso que daba, su impulso aumentaba y sus golpes tenían más fuerza.