Desde que Yan Xiaosu era joven, siempre había admirado a Wang Zheng, quizás debido a su excelente trabajo escolar. Eso lo llevó a creer que Wang Zheng podría lograr algo grande. Pero a medida que pasaba el tiempo, la realidad se hundió. Los puntajes de las pruebas genéticas habían impactado a ambos. Aunque no fue totalmente paralizante, había destruido el sueño que una vez tuvieron.
Pero Dios era un buen director. Cuando Wang Zheng alcanzó el punto más bajo de su vida, apareció Aina. No solo eso, durante el entrenamiento militar y la intensa competencia, la buena suerte siempre estuvo a favor de Wang Zheng. Aunque parecía ser solo un golpe de suerte, Yan Xiaosu estaba convencido de que una fuerza inexplicable estaba creciendo dentro de él.
Pero nada de eso importó cuando se reveló la verdadera identidad de Wang Zheng. Fue absolutamente impactante. Ganar o perder un solo juego ya no tenía ningún impacto, ya que lo que más importaba era la demostración de su fuerza.