La delgada figura blanca era como un elfo. Su mirada penetrante se volvió suave al verla. No podía apartar los ojos.
¡Hermosa!
Nunca había descubierto que la mujer realmente se veía perfecta frente a un piano. Era como si hubiera nacido para tocar. Ella siempre podía sorprenderlo.
Sin darse cuenta de que alguien la estaba observando, Su Qianci reveló los teclados con cuidado.
Qué hermoso instrumento.
Este piano de cola fue el último trabajo de un maestro retirado que Li Sicheng había comprado a un alto precio en una subasta. En su vida anterior, siempre había tenido sus ojos en este piano, queriendo tocarlo, pero temía que Li Sicheng la odiara aún más. Después de todo, incluso a Tang Mengying no se le permitía tocarlo.
