Mientras Su Qianci no se divorciara, Tang Mengying seguiría siendo la amante. Quería que el bebé de Tang Mengying naciera como un bastardo. ¿Querían que ella no hiciera nada y le diera la bienvenida a unos intrusos?
¡En sus sueños!
Enfrentándose a la expresión confusa de Qin Shuhua, agarró su bolso y se fue. Después de pagar la comida, tomó un taxi y se fue a casa. Pensó que lloraría, pero entró en el taxi y sintió que su corazón estaba inesperadamente vacío. Sus ojos estaban secos. Inclinándose contra el asiento del taxi, se sintió tan deprimida que podría caer en un pozo sin fondo en cualquier momento.
Respirando profundo, Su Qianci abrió la ventana y vio el paisaje mientras volvía a la ciudad. El viento frío de octubre llenó el coche y la hizo tiritar. Pensando en un lugar, miró hacia otro lado y le pidió:
—Señor, por favor, lléveme a la Torre de Kingstown.
