Xi Xiaye le dio unas palmaditas en el hombro a Mu Zirui. —Eso es genial. Todavía eres joven, por lo que aprender y estudiar es tu máxima prioridad en éste momento. Puedes postularte a una escuela militar si quieres convertirte en soldado, y puedes cumplir mi deseo que no pude lograr en el pasado.
—No te preocupes, madre, me convertiré en general y te sacare en un tanque, ¡del tipo con cañones antiaéreos que pueden derribar aviones! —Mu Zirui sonrió.
—Esperaré ese día entonces. Muy bien, limpia aquí y prepárate para comer. Xiao Rui, recuerda poner tus pizarras de dibujo juntas. Te enviaré a la escuela más tarde.
» ¡No seas una mala influencia para mi hijo! —Xi Xiaye golpeó la cabeza de Mu Yuchen.
Mu Yuchen sonrió y le dirigió una mirada inocente. Luego miró a Mu Zirui, encogiéndose de hombros sin poder hacer nada. De hecho, eran padre e hijo después de todo.
—¡Madre, padre me estaba enseñando a ser un buen hombre! —Mu Zirui explicó.