La expresión de Qi Feng estaba quieta mientras se volvía tranquilamente hacia Qi Qiming para dar su sugerencia.
—Acabo de hablar con el mayordomo. Lo recogió, aunque no quiere volver a casa. —la cara de Qi Qiming se hundió. La luz que se acumulaba en sus ojos era evidentemente infeliz.
Qi Feng sonrió con indiferencia y su voz ronca expresó: —Eso no es sólo por ti. Probablemente también esté en mi contra.
—Ah Feng, no pienses demasiado. Qi Lei ha sido así desde que era joven. Es rebelde y ha sido mimado por su madre —dijo Qi Qiming mientras miraba inconscientemente las piernas de Qi Feng que no podían moverse. La compasión apareció en sus ojos—. Todos estos años, tú y Weiwei han sufrido. Ya que regresaste, quédate. Cuando te hayas recuperado, arreglaré que te unas a la compañía.