Mientras Xi Xiaye escuchaba, frunció el ceño y miró fijamente en esa dirección durante mucho tiempo. Cuando se volvió hacia Mu Yuchen, se dio cuenta de que él ya había desviado su mirada y ahora estaba mirando tranquilamente la fotografía de Mu Lingtian en la lápida. La soledad y la tristeza eran evidentes en su expresión.
Xi Xiaye se acercó y lo empujó suavemente.
—Pasaron cinco años así, pero el incidente no se desvaneció con el paso del tiempo. En cambio, se volvió aún más claro. Los que viven no necesariamente se sienten mejor que los que han ido —dijo de repente, su tono sonando como un suspiro.
—Se necesita mucho coraje para seguir viviendo, pero esto es algo que no se puede evitar. Como dijiste, la vida continúa. De lo contrario, ¿qué más podemos hacer? —respondió Xi Xiaye suavemente.