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La expresión sombría y feroz de Gu Qiwu saludó la vista de Doris, pero ella no parecía preocupada en absoluto. En su lugar, su exquisito y hermoso rostro se amplió con una sonrisa.
—Deberías pensar en cómo tratar tu problema con Mu Zi. Probablemente todos están hablando del incidente de anoche. Ni siquiera te atreviste a reconocer a tu propia hija. ¿Cómo te atreves a acusarme salvajemente aquí?
«¡Pa!»
Doris sólo sintió una brisa fresca rozando el dolor en su piel que aún no se había desvanecido de antes cuando llegó otro dolor ardiente. ¡La fuerte bofetada hizo que le zumbaran los oídos!
—¡Bruja, cállate!
Gu Qiwu devolvió esas dos bofetadas de anoche con fuerza. Había rastros de sangre en la comisura de los labios de Doris mientras su hermoso rostro se hinchaba y su desordenado pelo rubio caía por todas partes. Incluso en ese lamentable estado, no podía ocultar su extraordinaria belleza.