Ella lo miró fijamente.
—¿Honesto? ¿Crees que no sé que tomaste mis pergaminos en secreto en la ciudad subterránea? Y no creas que no me importa sólo porque guardé silencio sobre el equipo que me quitaste. —Dongfang Liuyun hablaba en voz baja, pero Qi Lei podía oír el frío en sus palabras.
—¿Qué? ¿Qué pergaminos? ¿Qué equipo? —Qi Lei levantó las cejas y parecía confundido, como si nunca hubiera escuchado esos términos antes. Puso una sonrisa inocente—. Estaba muy contento de trabajar contigo en la ciudad subterránea.
—No intentes fingir más. ¿Sabes lo que suelo hacer con gente como esta? —Dongfang Liuyun bebió un poco de té mientras ella le sonreía irónicamente.
Qi Lei se encogió de hombros, señalándole que continuara.
—O bien los lisiaré o destruiré un cierto agujero suyo antes de lisiarlos. —puso una oscura y fría sonrisa en su cara.