Él la miró en silencio por un rato, luego le entregó un pañuelo y le dio la mano.
Ella aceptó el pañuelo y se limpió suavemente las lágrimas mientras ponía su mano en la de él, dejando que la levantara.
—Eres como una niña pequeña. ¿Por qué lloras? —se escuchó su voz apagada. Parecía que la estaba reprendiendo suavemente, pero no había indicios de crítica en absoluto. Él frunció el ceño mientras la miraba y levantaba una mano para limpiar las lágrimas de su rostro.
Ella se cubrió la mitad de la cara con el pañuelo mientras sollozaba y parpadeó con los ojos húmedos hacia él. Se calmó antes de decir un poco ronca: —No sé. Es sólo que, cuando vi al abuelo así y diciendo esas cosas, además de la forma en que se fue solo, me sentí un poco triste.