—Señor, ¿a dónde vamos ahora? —dijo el Hombre Dracónico de muy buen humor.
Agarraba a Masacre con las dos manos mientras las runas se movían por todo su cuerpo y un grupo de mercenarios lo seguía. Esa sensación era simplemente vigorizante, nunca se había sentido tan bien.
—Ve a charlar con Syudos —dijo Lin Yun con tono sombrío.
—¿Eh?
—¿«Eh» qué? Date prisa y muévete, ¿crees que eres un Santo de la Espada Celestial que puede matar miles de Lobos Escarchados? Mira a tu alrededor: cada vez hay más Lobos Escarchados. Habrá unos pocos miles para cuando nos rodeen y eso es suficiente para matar a diez de ustedes.
—De ninguna manera —dijo el Hombre Dracónico.
Pero en realidad bajó a la tierra después de que Lin Yun le echó el jarro de agua fría. Miró a su alrededor y casi se orinó en los pantalones al ver cómo innumerables lobos se acercaban cada vez más pasando sobre los cadáveres de los miembros caídos de la manada.