—¡No...! —gritó Ashvril, luchando por liberarse de Angelina. Sin embargo, era demasiado tarde ya que los ataques de Canario y Chicle Miniatura llegaron ante ella. En el momento siguiente, el incomparable poder sagrado y las llamas se sumergieron en el cuerpo de Ashvril. La Condesa Sangrienta, que había perdido toda su fuerza, finalmente cedió a ese poderoso ataque y dejó salir un lamento agudo. Pero ese no fue el final. Angelina dio la vuelta a la hoz y la retiró del cuerpo de Ashvril. La Condesa Sangrienta perdió el equilibrio y se estrelló contra el suelo. Levantó la cabeza, crujió los dientes y miró con desprecio a Angelina. Angelina devolvió la mirada a su presa.
—T-Tú...
—Mestiza, siempre será mestiza. Ahora, te haré pagar por tu blasfemia, ¡puta desvergonzada! ¡Cómo te atreves a usar tu insignificante cuerpo para manchar la sangre noble y sagrada de los babylonios! ¡Es hora de tu castigo!