Cuando Rhode abrió el dormitorio, lo primero que vio fue el rostro delgado y pálido de Lilian. Llevaba un pijama delgado, abrazando sus rodillas y acurrucándose en la cama. Miró fijamente al suelo en un aturdimiento. Nadie sabía exactamente en qué estaba pensando. O tal vez, no estaba pensando en nada. Christie y Campana la acompañaron, pero Rhode no contaba con ellas para iluminar a Lilian. En un período de tiempo tan corto, siempre era mejor tener a alguien a su lado. Si Lilian estaba sola, los pensamientos locos podían incluso llevarla a suicidarse. Christie y Campana se volvieron hacia la puerta de entrada y se pusieron de pie después de ver a Rhode.
—Rhode...
«…»
Se acercaron a él, mientras Rhode las miraba. Les acarició el pelo y les preguntó.
—¿Cómo está Lilian?
«…»