—¡Sonia!
Mirando a la joven pálida que yacía en un charco de sangre, Lilian gritó, se abalanzó sobre ella y extendió sus temblorosas manos. Todo lo que sentía era el calor que se desvanecía de su cuerpo. La sangre brotaba del pecho de la joven, cubriendo el suelo de rojo. Lilian levantó su cabeza en un aturdimiento. La bola de llamas blancas que tenía delante se extinguió de repente y de la oscuridad aparecieron tres o cuatro soldados vestidos con túnicas y armaduras blancas. Eran como fantasmas. A pesar de que el área estaba brillantemente iluminada por las antorchas circundantes, el aire a su alrededor era oscuro. Uno de ellos se quemó de pies a cabeza y parecía estar muy mal. Era evidente que fue él quien emboscó a Sonia.
Lilian tembló al verlos. Ella sabía quiénes eran. Antes de salir de Casabianca, Sonia le dijo una vez que eran subordinados de Nakvard. Eran increíblemente fuertes y no podía derrotarlos. Lilian no esperaba encontrarlos allí...