Marlene abrió los ojos.
La luz del ocaso iluminaba la habitación. Levantó la vista y sintió un fuerte dolor de cabeza. Quiso estirar su mano y tocarse la frente, pero pronto se dio cuenta de que sentía una tensión en su muñeca. Descubrió que sus manos y pies estaban encadenados. Estaba atada a una lujosa y suave cama. Aunque parecía inusual, se sentía indefensa y no podía moverse. Incluso le era difícil mover su cuerpo. Inspeccionó la habitación con su mirada. No sabía dónde estaba ni qué estaba pasando, lo que la hizo ponerse un poco ansiosa, preocupada y sorprendida.
—¿Ya te despertaste, hermana?
En ese momento, escuchó la voz de Ellenson. Marlene frunció el ceño, y cuando la vio, quedó completamente impactada.
