Cuando la cortina de oscuridad cayó, no hizo que los mercenarios veteranos entraran en pánico. Todos tenían mucha experiencia de combate, y tales situaciones no eran poco comunes. Aparte del instinto de detenerse por un momento para orientarse, los mercenarios no dejaron de avanzar y siguieron por el mismo camino. Estaban claros de sus posiciones y sabían que tenían la ventaja numérica ante sus enemigos, lo que reforzaba su seguridad. Encendieron sus antorchas rápidamente y sin dudar, y avanzaron, deseando nada más que desgarrar al dúo y recuperar a su objetivo.
«¡Clang, clang, clang!»