La tez de Rhode se veía horrible. Realmente, realmente horrible. Miró sin palabras e impotente a Erin, quien le abrió el camino.
—Bien, Rhode, ¿puedes dejar de poner esa cara larga como si tu padre acabara de morir?
—Lo sé, Canario. Yo solo...
Rhode le hizo un gesto con la mano, sin saber qué decir. La razón era simple. Se quedó totalmente sin palabras ante la suerte de Erin. La suerte de Erin no era como la de Marlene, donde Marlene saqueaba sin esfuerzo el equipo divino, ni como la del trío, que era tan negro como el Abismo sin fondo. Al contrario, ella siguió los deseos de su corazón y fue evidente por los artículos que saqueó del cuerpo de Grazite.
No eran ni divinos ni basura. En su lugar, eran lo que la mayoría de los jugadores estarían envidiosos de encontrar. Desde la perspectiva de la rareza y el costo, esos artículos no tenían comparación. Pero el problema era que... ¡eran completamente inútiles en las batallas!