—... ¿Eres tú?
Sovann miró confundido. Entre las llamas azules había una silueta de un hombre caminando hacia el borde del altar. Parecía tener más o menos la misma edad que Sovann. Pero, a diferencia de él, el hombre parecía ser siniestro con su cara estirada, como la de un lobo. Entonces, una espantosa blancura se extendió por la cara de Sovann tan pronto como reconoció al hombre.
—¿Lennon? ¿Cómo es posible? ¿No estás ya muerto?
—Ja, ja, ja... Sovann, ¿es esto lo único que puedes decir de este viejo amigo tuyo?