Casabianca.
Sonia frunció el ceño mientras su carroza se acercaba a la inmaculada ciudad blanca. Hace una semana, ansiaba volver a esa ciudad. Pero ahora, se sentía harta de ese lugar, e incluso lo odiaba. Se tocó a sí misma y el leve dolor la hizo temblar. Entonces, esa sensación desapareció rápidamente.
—Ay...
Sonia apartó la mirada del paisaje y cerró los ojos. Pero, para su sorpresa, no fue la cara de ese hombre la que ella pensó que sería. En cambio, era la expresión helada del hombre con el pelo y las pupilas negras.
—Maestro... —murmuró Sonia en voz baja y bajando la cabeza. La imagen de Rhode hablando con ella en la habitación resurgió en su cabeza.
—Te doy una oportunidad, Sonia...