Nell reflexionó en silencio. Pero, poco después, levantó la vista y miró con determinadas emociones.
—Humano tonto, ¿crees que puedes hacer que mis pensamientos se muevan con esas pocas líneas tuyas? Puedes matarme, pero nunca cambiarás mi opinión ni mi decisión.
—Tal vez yo tenga una opinión diferente sobre esto.
Rhode la escudriñó de pies a cabeza antes de dar dos pasos hacia atrás, luego extendió su brazo y una carta negra apareció en su palma. De repente, la carta estalló en un resplandor negro y una nube de niebla que se dispersó rápidamente. Poco después, una voz fuerte y orgullosa sonó.
—Estaba tomando una siesta. ¿Puedes no molestarme si no es para las batallas?
Celestina salió de la niebla. Frunció el ceño al ver a Nell y a los tentáculos que la rodeaban. Se cruzó de brazos y se volvió hacia Rhode insatisfecha.
—Maestro, ¿qué estás haciendo?
—Nada, Celestina.