Simon levantó la cabeza y miró al cielo profundo y oscuro. Sintió la densa energía de la muerte uniéndose desde todas las direcciones. Entrecerró los ojos y sintió la energía que fluía más allá de las puntas de sus dedos constantemente. Ese era el momento favorito de Simon. Se sentía como si fuera el rey del mundo y todas las criaturas vivientes de ese mundo solo podían inclinarse a sus pies. Podía controlar a todos y cada uno de ellos. En este momento, ¡él era Dios! ¡La mayor presencia en ese mundo!
Aunque eso era solo un concepto erróneo para alguien que poseía poderes, Simon no lo creía así. Estaba totalmente inmerso en el momento y guiando la energía helada de la muerte usando sus poderes espirituales. Levantó los brazos y, junto con ese movimiento, el bastón de hueso blanco que flotaba entre sus brazos se volvió opaco en apariencia. No solo eso, sino que también surgieron olas de humo negro con ocasionales destellos de resplandor espiritual.