Aparecieron unos brillantes rayos de cuchilla.
Manchas de estrellas revoloteaban en la negra habitación, y la pared y el suelo que estaban delante de él quedaron marcados por las feroces corrientes de aire de la espada. Rhode asintió con satisfacción y movió las muñecas. Su armas se transformaron en dos dagas y se deslizaron nuevamente en sus fundas.
Los efectos eran geniales, pero aún no llegaban a la perfección. También había áreas que necesitaban mejorar. Sin embargo, a Rhode le había gustado esta nueva esgrima que había confirmado sus conjeturas y pensamientos: no necesitaba considerar cómo crear una esgrima. Siempre y cuando las estadísticas adecuadas estuvieran superpuestas, el sistema crearía una esgrima adecuada para él.