Rhode siguió a la sirvienta hasta la habitación y la escena ante él hizo que su corazón diera un vuelco.
Lydia estaba acostada lánguidamente en un sofá de terciopelo escarlata junto a una ventana francesa. Su vestido blanco y suave realzaba sus sensuales curvas mientras estiraba sus delgadas y largas piernas. Su cabello rubio caía ligeramente, combinando con su blanca y delicada piel. Movía juguetonamente el papel que tenía en la mano, pero nadie sabía si estaba leyendo el informe o si solo jugaba con él.
Cualquier hombre que se encontrara con una joven tan bella al entrar a una habitación estaría tentado a abalanzarse sobre ella, y Rhode no era la excepción. La miró rápidamente y se fijó en su rostro. Había visto a Lydia varias veces, pero nunca la había visto vestida de manera apropiada para recibir invitados.
«¿Será que siempre está vestida así en el castillo?»