Para Rhode no era raro tener a alguien del sexo opuesto acompañándolo durante la noche, pero sintió una paz y tranquilidad sin precedentes estando con Christie.
El pequeño cuerpo de la niña lo abrazaba y, a través de su delgado pijama, Rhode podía sentir su frágil cuerpo, como el de una lamentable muñequita hecha de Cristal. Christie puso su mano sobre el pecho de Rhode y lo miraba con unos ojos claros y redondos que siempre emanaba un gran cariño hacia él.
Rhode no tuvo ningún pensamiento obsceno sobre ello. No era porque a Christie le faltara carisma. De hecho, aunque era joven, su cuerpo en desarrollo también desprendía un encanto juvenil y seductor. Sin mencionar que siempre había tenido una cara hermosa y actuaba de forma gentil. Antes de sentir lujuria hacia ella, tuvo un sentimiento que jamás lo había ocupado.