—Qué sorpresa...
Los ojos negros del nigromante brillaron con una luz marrón cuando este se apartó de la bola de cristal. Estaba vestido con una túnica oscura y las terribles cicatrices expuestas de su huesudo rostro brillaban. Sin embargo, su sonrisa era la característica más aterradora: no era una amable y encantadora, sino la sonrisa de muerte de un nigromante.
—Alguien realmente activó el sistema de defensa de las ruinas de esta ciudad. Hubiera ido a saludarlos si no estuviera tan ocupado ahora... Ah, qué pena. Tengo un invitado importante conmigo... —El nigromante soltó una risita y dirigió su atención al ángel blanco que tenía amarrada a un lado, y que estaba mirándolo fijamente. Había sido una ganancia inesperada.
—¡Argh...! —El ángel guerrero se estremeció cuando la nigromante lo miró siniestramente.