Al caer la noche, Marlene se sentó junto a la ventana y miró fijamente el paisaje. En este momento, sus emociones eran un desastre.
El paisaje nocturno de la Tierra de la Expiación era diferente a cualquier otro lugar que Marlene hubiera visto antes. Hasta donde se podía ver, el paisaje circundante estaba completamente oscuro, aparte de las brillantes luces del fuerte. En la frontera de esta tierra ordenada, incluso el resplandor de la luna dejaba de existir. Levantando los ojos, la extraña oscuridad se extendía en una tranquilidad y paz únicas.
Marlene estiró la mano y acarició suavemente la ventana. La sensación helada llegó al tacto, pero no fue suficiente para calmar a la doncella. En cambio, Marlene sintió que estaba tan rígida como si estuviera en una cueva de hielo. Sus músculos estaban totalmente tensos, como si estuviera acurrucada en un rincón, y temblaba como un ratón esperando la llegada de un gato.
«¡Esto no sirve!»