—¡Ahhh!
Gelk rugió de ira. Movió su brazo derecho hacia adelante para defenderse y en un abrir y cerrar de ojos, innumerables bolas de fuego estallaron en su rostro. La fuerte explosión obligó al demonio general a retroceder desesperadamente. Siguió flotando en el aire, apretando los dientes y mirando fijamente a la doncella con orejas de zorro que no estaba muy lejos de él.
—¡Media bestia! ¿Por qué estás ayudando a los humanos a ir en contra de los demonios?
—Esto no tiene nada que ver contigo, lindura.
Gillian se tapó la boca con la mano derecha como una dama elegante y se rio entre dientes. Poco después, lanzó su otro brazo hacia adelante y una ola más de mil bolas de fuego salió a su alrededor. Las hizo volar hacia el demonio.
—¡Maldita sea!