—Bien, el entrenamiento terminó.
Al escuchar esto, Marlene bajó su varita y se limpió el sudor de la frente. Mirando hacia arriba, ya estaba anocheciendo y el brillante atardecer rojo derretía el cielo. La brisa soplaba, trayendo un poco de aire refrescante.
Para Marlene, el entrenamiento fue largo y corto. El entrenamiento de Chicle Miniatura era tan estricto que tuvo que cumplir con el tiempo requerido, incluso el segundo tenía que ser exacto. Ni siquiera los magos más poderosos de la Academia le habían exigido tanto y no podía imaginar que hubiera alguien que pudiera ejecutar tal habilidad. Sin embargo, los hechos dicen más que las palabras, y cuando Canario realizó el lanzamiento impecable frente a Marlene, esta solo pudo suspirar del asombro.