La Costa Negra estaba ubicada en el muelle de la Ciudad Dorada.
No era tan hermoso como la zona alta de la ciudad, pero era limpio y ordenado. El lago azul bailaba y el brillo de las luces se reflejaba en el agua como joyas. Cuando caía la noche, los negocios quedaban casi desiertos. Solo iban a relajarse allí los obreros y marineros que trabajaban en el muelle.
Rhode entró en la taberna y vio a Waltz con sus subordinados sentados alrededor de una mesa. A juzgar por su sonrisa, parecía que no se había enterado de lo que pasó antes. Sin embargo, la taberna, que se suponía que debía estar llena de gente, estaba casi vacía. Parecía que Waltz se había esforzado mucho en el asunto, pero por desgracia, no puso su esfuerzo en el lugar correcto.
—Sr. Waltz, no esperaba que fuese usted —dijo Rhode con el ceño fruncido.