La bulliciosa multitud llenó la arena.
Barter se reclinó en su silla cruzando los brazos. Cerró los ojos al escuchar el ruido que sonaba a su lado. Sus subordinados estaban sentados, bebiendo y riendo. Parecía como si ni siquiera se preocuparan por esa sagrada competencia. Barter tampoco planeaba detener su comportamiento. Solo cerró los ojos, esperando la siguiente batalla.