El cielo nocturno lo había envuelto todo en la oscuridad. Las luces de la Ciudad Dorada entraron por la ventana e iluminaron la oscura habitación. Bajo esa luz tenue, había dos cuerpos abrazándose. Entre los movimientos ondulantes había respiraciones y gemidos suaves, apresurados y arrítmicos. El rico aroma de la jovencita impregnaba la habitación mientras ambos estaban completamente entregados al placer.
Era una escena realmente cautivante.
Rhode se lamió el labio inferior al ver que la apariencia de Marlene era totalmente diferente a la de siempre. Desde el punto de vista de un hombre, el efecto de ese medicamento no era malo en absoluto. Incluso pensó en pedirle a Celestina unas cuantas botellas más en caso de que las necesitara. Si no fuese por su molesto efecto secundario, la poción sería bastante buena.