Detrás de la enorme puerta había un espacio que a Rhode le era muy familiar.
A simple vista, era similar a la sala de control central de los Behermes. La única diferencia era que no había ninguna bola de cristal flotando en el aire, y estaba hecha de losa blanca, que era totalmente diferente a la habitación negra.
Toda la habitación parecía fría y sombría, con docenas de estatuas de Behermes alineadas en dos filas junto a la pared, con armas de piedra en sus manos. Rhode no creía que fuesen golems guardianes, ya que sus cuerpos se habían deformado a lo largo de los años. No eran más que meras obras de arte normales.
Sin embargo, Rhode encontró algo aún más peculiar.