Rhode cerró la puerta y arregló su ropa, volteándose para ver a Sereck. Él miró a Rhode y sonrió con amargura. Se podían escuchar los rabiosos gritos y golpes de una persona detrás de la puerta.
—¿No crees que eso es demasiado, Rhode? —Sereck sacudió la cabeza—. Pase lo que pase,esto...
—Bien, Sr. Sereck, aquí no tiene que hacerse la víctima. Sé que esto no le importa realmente a la Asociación de Mercenarios —Rhode agitó la mano—. Mi petición no es mucho, ¿cierto? Incluso el presidente la aceptó. Creo que tampoco es una gran carga para usted. Efectivamente, si la sede principal aboliera la cuota de hermandades mercenarias en la región Paphield, sería problemático, pero no es tan serio...
Aunque este asunto sí era muy serio, Rhode actuaba como si no le importara mucho. Dejar que el oponente conociera su límite en medio de una negociación no era muy inteligente.