El último rayo de sol desapareció bajo el horizonte. Una profunda oscuridad envolvió todo el pueblo.
Por lo general, a esa hora, los aldeanos habrían terminado sus tareas diarias y visitado la taberna para descansar. Pasaban un rato charlando, disfrutando de la comida y el alcohol después de un duro día de trabajo. Luego de emborracharse, regresaban a sus casas y se iban directos a la cama. Una vez que llegaba el día siguiente, repetían su rutina. Así era como vivían en el pueblo.
Sin embargo, fue una pena que ese día no pudiesen disfrutar de eso. La taberna había sido tomada por el grupo mercenario «malvado, irritante y aterrador», así que no tuvieron la oportunidad de ahogar sus almas cansadas en cerveza. Además, al anochecer, recibieron una amenaza indirecta de un mercenario enviado por ese arrogante noble, «sugiriendo» que se quedaran en sus casas por su propia seguridad o de lo contrario «podrían» terminar como carnada para las criaturas no muertas.