«¡Bang!»
Una mujer de mediana edad elegante y con estilo se estrelló contra la pared. Chillaba, temblaba y su boca se abría como un pez varado. Se acurrucó instintivamente, mirando con horror a la joven que se dirigía hacia ella. Su rostro, adornado con todo tipo de maquillajes caros y lujosos, se había vuelto hinchado y púrpura como la cabeza de un cerdo.
—E-espere, quédese lejos. No lo haga. Es mi culpa... es mi culpa...
—Sabes que ahora es tu culpa, ¿eh? ¿Puta?
Chicle Miniatura le tiró del pelo a la mujer de mediana edad, estrechando sus ojos que brillaban peligrosamente. Ella apretó su puño derecho e hizo sonar el nudillo. En el otro lado, un joven con el pelo teñido de dorado y vestido con una camisa aullaba de dolor junto a la pared. A juzgar por sus antiestéticos y retorcidos miembros, uno supo al instante que era tratado de forma inhumana.