Vendavales fríos mordaces se agitaron en la zona. La sirenita levantó sus brazos y soltó una silbante tormenta de nieve que congeló el lugar en hielo. Los oscuros monstruos aullaron de pena ante esa fría emboscada y sus cuerpos ilusorios se congelaron en el hielo. Después de unos momentos, una docena de ellos aparecieron ante todos los que estaban congelados. Rhode se lanzó al frente y su espada parpadeó en un frío resplandor, cortando un arco que los partió en dos. Al darse cuenta de lo fuerte que era ese humano, los oscuros monstruos abandonaron la idea de perseguirlo. Pero aun así, se mantuvieron tranquilamente alejados del círculo defensivo y acecharon en el exterior.