Entre ellos aparecía uno de los tres arcángeles, Serene, que había desaparecido. Pero no se veía bien. Su ropa estaba destrozada, quemada y manchada de humo por todas partes. El aura iridiscente que la rodeaba también se oscureció mucho. Afortunadamente, no se convirtió en una lacaya del caos como Boulder, por lo menos. Pero aun así, Serene hizo una mueca al ver a Boulder. Se dio la vuelta y miró intrincadamente a la ciudad en llamas cubierta de gruesas olas de humo y al borde de la destrucción. Luego, dirigió su mirada a Alice y al enorme buque de guerra que estaba detrás de ella.
—Disculpe... pero... ¿podría dejarme manejar este asunto, Su Majestad?
«…»