—¡Grupo de bobalicones! ¡Esperad a que venga nuestro jefe! —gritó el joven mientras luchaba con los ladrones. Sin que él lo supiera, había un par de ojos sobre él.
—G-Gaso... ¿Cómo podría ser Gaso? ¿No le dije a ese tipo que no volviera? ¿Por qué ha vuelto...? —el viejo Salatt tartamudeó al ver al joven caminando hacia la Plaza de la Catedral. Su cara se volvió pálida.
—¿Qué ha pasado, Tío Salatt? —Lin Li miró al Viejo Salatt a su lado, y luego al joven de la Plaza de la Catedral. De repente lo entendió todo.
—¿Es tu hijo?
—Sí, es él... ¿Qué debo hacer? Siempre le dije a este sinvergüenza que no volviera al Pueblo de Blackhills antes del día 15 de cada mes... Ahora que está de regreso... —el viejo estaba muy preocupado después de ver que su hijo había caído en manos de los ladrones.