Los dos se quedaron en silencio y nadie dijo nada, ni siquiera Matthias. Tenía muy claro que el odio que había entre ellos había llegado a un punto sin retorno. En este momento, ninguna palabra tendía sentido y cualquier insulto sería inútil. Solo una batalla a muerte pondría fin a este odio.
—¡Que empiece el combate!
Los dos desafortunados jueces se escondieron instintivamente cuando dieron la señal.
Tenían que esconderse. Los dos aprendices de la prueba eran excepcionales. No había necesidad de describir a Matthias. La ola mágica que emitía era como un vórtice que se lo tragaba todo. Los que sabían algo sobre casos de asesinato por aquel entonces, ya habían adivinado que Matthias debía ser un discípulo del brujo de ceniza.
Ese tipo llamado Felic, era más imprudente que Matthias.