—¿Ahora estás pidiendo piedad? —Li Lei lo miró.
Cuando intimidaba a Shaohui antes, ¿por qué no se había preocupado por los gritos de misericordia de Shaohui? La petición del niño era simple, solo quería que salvaran a ese pequeño potro. Sin embargo, el gerente general Zhou lo había rechazado. Una ligera sonrisa jugó en el borde de los labios de Li Lei, que de alguna manera parecía amenazante bajo la luz del sol.
—Si quieres que te deje ir, puedo hacerlo. Pero primero, tú y tu hijo tienen que arrodillarse y golpear la cabeza tres veces en el suelo en voz alta frente a Shaohui como disculpa.
