Todo era culpa de Ye Xingling. Su Tang miró la caja de dulces de boda que estaba decorada con encaje y corazones rosas y le deseó sinceramente a Pei Ziheng y Ye Xingling la felicidad eterna. De esa manera, ella nunca volvería a acosar a su joven señor. Tal vez con el tiempo, el joven señor podría olvidar a Ye Xingling. Y aceptarla a ella. Con este pensamiento, Su Tang sintió que la boda de Ye Xingling y Pei Ziheng no era algo malo.
A su lado, la chica de recepción instó: —Asistente especial Su, por favor entregue este dulce de boda al jefe. Es demasiado llamativo si se coloca en la puerta.