Tal vez Xia Ling aún estaba luchando contra su resaca y tontamente dijo: —Está bien Jefe.
Li Lei no supo cómo responder.
Feng Kun volteó su rostro para ocultar la amplia sonrisa que se había formado en su cara.
El Gran Jefe Li estaba aún más molesto. Se inclinó para sacarle la taza de té de sus manos, tomó sus delgadas y blancas manos y la miró directo en los ojos y lentamente le dijo: —Llámame...Li...Lei...
Xia Ling miró el bello rostro frente a ella por un momento, antes de suspirar y decir complacientemente: —Li Lei —era solo un nombre, ¿tenía que ser tan fastidioso al respecto? Ella se acercó para tocarle los oscuros círculos debajo de sus ojos y le preguntó: —¿Estas bien? ¿Dormiste bien anoche?