El cafetín estaba cerca del centro de la ciudad. Cuando ella llegó se dio cuenta que Pei Ziheng ya estaba ahí.
Sólo una mirada era suficiente para reconocerlo. Bajo la tenue luz, estaba sentado tranquilamente al lado de una ventana panorámica, con una taza de té rojo sin tocar en su mano. Levemente movió su cara hacia la ventana como si estuviera pensando profundamente. Afuera de la ventana había muchos árboles de hojas amplias y cascadas decorativas, lo que lo hacía verse más cálido que de lo usual. Sin embargo, ella sabía que sólo era la ilusión de un tigre que descansaba.
Xia Ling tomó un respiro profundo y se acercó.
—Ye Xingling —la miró y la esquina de su boca se curvó en una sonrisa completamente diferente a la expresión de rabia que tenía la noche anterior y dijo: —Estoy feliz de que vinieras.