Sus lágrimas se habían secado, ya no quedaban más.
Sus recuerdos del pasado desaparecieron como el humo.
Hermana Xia Ling, la asistente de Wei Wei cuidadosamente la ayudó mientras decía: —¿Quiere que le traiga agua para que refresque su cara?
Su pregunta interrumpió sus pensamientos, Xia Ling recordó que su rostro era un desastre, era algo raro que una artista emergente luciera así. Estaba a punto de mover su cabeza afirmativamente, cuando escuchó un fuerte ruido y la puerta del cuarto de maquillaje se abrió de par en par.
Todos voltearon a mirar hacia la puerta.
En ese momento, Xia Ling sintió su garganta seca y no pudo emitir ningún sonido.
Si había alguien en su vida a quien no quería volver a ver, era a él. Aun así, si había alguien que le hiciera perder el sueño en la noche y a quien amara y odiara con todo su corazón, también sería él. Solo él, Pei Ziheng.
Su Dios, su Satán, su todo.