En ese entonces, Xia Ling había sonreído y dicho: —¿Qué hay que temer? Te amo y eso es todo lo que me importa.
El hombre acarició sus mejillas con suavidad. —Me prometiste ser una diva reconocida a nivel mundial. Si nos acercamos mucho en público, imagina los rumores que se esparcirían... Xiao Ling, soy tu compañero, tu jefe y también la persona que te adoptó. Los periodistas pueden escribir cosas atroces al respecto y eso romperá nuestro trato.
La pequeña Xia Ling no estaba contenta. Frunció sus hermosas cejas, pero dijo: —Está bien, bajo perfil será, ¡pero no puedes cambiar de parecer!
—No lo haré.
—¿Promesa de meñique?
—Promesa de meñique.