El ambiente en la sala de conferencias era pesado y los directores vestidos con trajes oscuros estaban todos sentados juntos.
Entre ellos se encontraban muchos miembros de la familia Pei que Xia Ling conocía, y también algunos directores extraños que no reconoció.
Muchos de ellos voltearon la cabeza y la miraron con diferentes expresiones ante el sonido de la puerta abriéndose. Sentado al frente estaba Pei Ziheng, que no se movía y en cambio continuaba estudiando una información, las arrugas entre sus cejas eran tan profundas como un cuchillo.
Xia Ling mantuvo su posición y se quedó quieta en la puerta mirándolo. El hombre seguía siendo tan frío y majestuoso como los dioses, haciendo que ella lo adorara y lo amara. En ese momento, bajo las miradas críticas de la gente, los latidos de su corazón eran como un tambor y quería correr hacia él para preguntarle, pero no podía mover los pies.
Ella estaba asustada.