Xia Ling le sonrió. "Está bien. Primero me equivoqué. Rompí la preciosa taza de Jingmei. Ella debe estar muy molesta por eso. Mientras pueda usar el servicio de té para compensarla, entonces no importa incluso si estoy cansado."
La criada mayor dejó de intentar persuadirla y suspiró ruidosamente.
Xia Ling llevó con cuidado el té y caminó hacia la puerta del salón de clases.
Hoy, el maestro Gao tenía algunos asuntos urgentes que atender, por lo que la clase comenzaba más tarde de lo habitual. Algunas de las chicas se habían reunido para charlar. "Jingmei, eres el más capaz. Todos nosotros encontramos a esa pequeña mendiga desagradable a la vista, pero solo tú tienes una forma de rectificarla".
Al escuchar esto, Xia Ling se detuvo en seco.