Los inversores se sintieron repentinamente bendecidos por todos los dioses que había. Dieron gracias en las iglesias, templos y mezquitas; por fin habían conseguido arrojar este basurero lejos de sus manos.
Con casi cero negociación, los inversionistas vendieron la escuela al precio de quinientos millones. Cuando se construyó la escuela por primera vez, había costado trescientos millones. Era simple matemática; ¡venderla a quinientos millones era pura ganancia para los inversionistas!
Con esta idea en mente, los inversionistas dejaron la escuela como un pastel caliente y siguieron su alegre camino con el dinero. Desgraciadamente, ninguno de ellos podía prever los cambios trascendentales que esta academia traería al mundo. Se convertiría en la mejor academia del mundo, ¡a la cual la admisión sería más difícil que ganar la lotería!