—Señor Sam, por favor, cuide sus palabras, estamos simplemente poniendo la seguridad de toda la humanidad en primer lugar.
—Así que, para eso, ¿hay que sacrificarlos?
—Esto no es un sacrificio.
—Así es. Sabemos de su vida en la luna; en esta isla, les proporcionaremos una vida que es por lo menos varios cientos de veces mejor. Creo que es suficiente para ellos para pasar el resto de sus vidas en paz.
La mirada de Sam se endureció.
—Lo que quieren no es una vida atrapada en una pequeña isla.
—Lo que queremos es la paz mundial.
—Hay lugares en todo el mundo que no son pacíficos, entonces, ¿por qué no van a hacer algo al respecto?
—Lo estamos haciendo, empezando por esto.
—Pero no dañarán al mundo. Si tuvieran esa intención, no habrían detenido a He Lan Yuan y se habrían rendido.
El grupo de embajadores lo obstruyó sin importar cuán sentimental se pusiera Sam. Intentaron consolarlo y razonar con él.
